Añorando
Salmo 84:2–4
Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo. Aun el gorrión halla casa, y la golondrina nido para sí, donde ponga sus polluelos, cerca de tus altares, oh Jehová de los ejércitos, Rey mío, y Dios mío. Bienaventurados los que habitan en tu casa; perpetuamente te alabarán.
Tener un hogar es el anhelo ferviente de cada ser humano. Una persona sin hogar es alguien infeliz, y es por esto que el salmista clama en desesperación porque se siente solo y apartado. Él dice “Aun el gorrión halla casa, y la golondrina nido para sí, donde ponga sus polluelos. Yo también necesito un hogar Señor”. Él dice “ellos encuentran lugar cerca de tu altar”, y es ahí donde se encuentra el hogar del alma. Aunque nos encontremos sin un hogar en este mundo, hay un hogar para el alma, un lugar al cual pertenece, donde encuentra reposo, alivio y paz, donde se siente en casa: Un lugar junto al altar de Dios. El altar es el lugar del sacrificio, la consagración, la renuncia y la ofrenda; y cuando nuestra alma llega allí, encuentra su hogar.
Cada alma que se vuelve del pecado y la rebeldía a Dios, y encuentra lugar cerca al altar, experimenta un hermoso regreso al hogar.