Toda la revelación bíblica como Palabra de Dios se centra en la expiación – la muerte redentora de Jesús en la cruz y su resurrección triunfante. La expiación devuelve al creyente el favor de Dios. Es una unión y reconciliación total. Por lo tanto, la resurrección de Cristo Jesús es el evento más grande de toda la historia. Es el centro del mensaje cristiano. De hecho, sin la resurrección no habría mensaje cristiano. Todo gira en torno a la muerte y resurrección de Jesucristo.

Los componentes clave del Evangelio son revelados a través de tres simples hechos históricos, eventos que en realidad han tomado lugar en la historia humana y que son atestiguados por muchos testigos confiables: Él murió, fue sepultado y resucitó al tercer día.

Son tres principios por los que el cristianismo, basado en estos tres hechos, se diferencia de las principales religiones. El primero es que el cristianismo se centra completamente en la persona de Jesús de Nazaret. No se basa solo en el hecho de que Él haya entregado el mensaje del Evangelio, sino que éste se centra totalmente en su muerte y resurrección. Tú no puedes quitar a Jesús del Evangelio. Tú no puedes quitar a Jesús y tener el Nuevo Testamento. Esto no sucede con otras religiones.

Un segundo hecho distintivo acerca del cristianismo es que está arraigado en la historia. No es algo subjetivo o teórico. Está centrado directamente a la historia humana. Sí los eventos en los cuales éste se basa son verdaderos, entonces el Cristianismo es verdad. Sí no son verdaderos, entonces el Cristianismo no es verdadero. No hay punto medio. Es un compromiso pleno con un conjunto de ciertos hechos históricos. Tercero, el cristianismo sostiene que éste se verifica en la experiencia personal de aquellos que creen, y que someten sus vidas en torno a, estos tres hechos vitales: la muerte de Cristo, su sepultura y su resurrección. Creer en Jesús y en estos hechos acerca de Jesús producirá una transformación sobrenatural en las vidas de todos los que creen.

¿Porqué los hombres rechazan a Cristo?

Aunque la resurrección de Jesús es un hecho histórico, existen muchas personas que lo rechazan. Yo creo que hay dos razones principales por las que esto sucede: la primera es psicológica y la segunda es espiritual.

Psicológicamente, la gente no desea reconocer la posibilidad de la intervención directa y sobrenatural de Dios en los asuntos humanos. Ellos resienten la idea de que de alguna forma Dios puede cambiar lo que ellos han determinado como el curso fijo de los eventos. Y aun no existen razones lógicas y científicas para esta clase de actitud.

La segunda razón por la que la gente rechaza la resurrección de Jesús es espiritual. En 2 Corintios 4:4, Pablo nos dice: “El dios de este mundo ha cegado la mente de estos incrédulos, para que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (NVI).

El “dios de esta era” es uno de los muchos títulos de Satanás. El es arrebatador de la vida, pero Jesús es el dador de la vida. En la cruz, Jesús confrontó y conquistó a Satanás. La obra en la cruz terminó con el poder de Satanás para dominar a la humanidad e infringir sobre ella su cruel voluntad y las interminables agonías de las que él es responsable, emocional, física y espiritualmente.

Por lo tanto, Satanás ahora tiene un objetivo supremo: evitar que los hombres y las mujeres comprendan la verdad detrás de la muerte y resurrección de Jesús.

Lógica y Necesaria

Desde el punto de vista de Dios, la resurrección de Jesús fue tanto lógica como necesaria. Fue Su vindicación de la obediencia y justicia de su Hijo. Pablo lo declara en Romanos 1.1-4:

“Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, apartado para anunciar el evangelio de Dios, que por medio de sus profetas ya había prometido en las sagradas Escrituras. Este evangelio habla de su Hijo, que según la naturaleza humana era descendiente de David, pero que según el Espíritu de santidad fue designado con poder Hijo de Dios por la resurrección. Él es Jesucristo nuestro Señor”. (NVI)

En la carne Jesús era un descendiente de David, pero en su naturaleza eterna Él era el Hijo de Dios, quien lo declaró así al resucitarlo de la muerte. La resurrección es la gran vindicación de Su Hijo.

Previamente, Cristo había sido llevado delante de dos cortes terrenales - la primera, la corte religiosa del concilio judío, y luego la corte secular del gobernador romano, Poncio Pilato. Ambas cortes habían rechazado la declaración de Jesús de ser Hijo de Dios y lo habían condenado a la muerte. Adicionalmente, ambas cortes se habían confabulado en impedir que
se abriera la tumba de Jesús. Para este fin, el consejo Judío había provisto su sello especial y el gobernador romano había asignado una guardia de soldados.

Sin embargo, al tercer día Dios intervino. El sello fue roto, la guardia de soldados fue paralizada y Jesús salió de la tumba. Con este acto, Dios revirtió el fallo del consejo judío y del gobernador romano, y Dios vindico públicamente la afirmación de Cristo de ser el Hijo de Dios y sin pecado.

¿Cómo deberíamos responder? Mateo 28:8-9 describe la respuesta de las mujeres que atestiguaron la resurrección, primeramente:

“Así que las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, asustadas pero muy alegres, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. En eso Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron”. (NVI)

¿Qué podemos hacer cuando reconocemos quien es Él y lo qué Hizo? No existe otra respuesta razonable más que hacer lo que estas mujeres hicieron: caer a sus pies y adorarle.

¿Cómo enfrentar la muerte?

Nuestro destino depende de nuestra relación personal con Jesucristo. Por el contrario, nuestra incredulidad solamente nos traerá juicio y rechazo de Dios. Sí anhelas enfrentar la muerte con paz, confianza y serenidad, hay cuatro pasos que vas a necesitar seguir.


Enfréntalo. Confronta el hecho de que vas a morir. Cada uno de nosotros vamos a morir. Frecuentemente me sorprende saber que pocas personas están preparadas para la muerte. La gente puede andar por la vida sabiendo muy bien que van a morir y nunca toman las precauciones adecuadas para este evento inevitable. No es algo lúgubre enfrentar el hecho de que vas a morir; es simplemente ser sensato. Por otro lado, es muy poco realista vivir la vida sin hacer los preparativos para lo que inevitablemente sucederá en última instancia.


Considera lo que Pablo decía acerca de si mismo en Filipenses 1:21: “Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia” (NVI). El no sentía temor de morir. El había enfrentado la realidad del pecado, del juicio y de los requisitos de Dios en su vida, porque Él había estado dispuesto a enfrentarlos con juntamente con la muerte, ya había logrado una relación con Dios en donde no existía el temor. Existía, únicamente, un intenso deseo por ser libre de la atadura de una vida carnal y de entrar a la llenura de la presencia de Dios.

Todo aquel que haga lo mismo que hizo Pablo puede tener la misma certeza calma. Conéctate con Dios a través de Jesucristo de tal manera que no haya condenación, temor o incertidumbre.

Acepta el ofrecimiento de Dios. Al enfrentar la muerte nos lleva al segundo paso: aceptar el ofrecimiento de perdón, paz y vida eterna. Entonces podrás decir tal como Pablo: “En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1 NVI)

Para poder ser justificado debemos poner nuestra fe en la muerte redentora de Jesús, reconociendo que Él ha llevado la culpa por nuestro pecado.

“Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y esa vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. Les escribo estas cosas a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna”. (1 Juan 5:11-13 NVI)

Dios le ha dado un testimonio a toda la raza humana de que EL nos ha ofrecido vida eterna. Esta vida es en la persona de su Hijo. Sí recibimos a Jesucristo, en Él habremos recibido vida eterna. Observas que, se usa el tiempo presente. No es algo que sucederá después de la muerte sino algo que está sucediendo ahora. Sí lo dejas para después de la muerte ya es demasiado tarde.

Observa que en el versículo 13 Juan dice, “Les escribo estas cosas a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna”. No es simplemente que creamos, sino que a través del creer podamos llegar al conocimiento. El propósito final de creer es el conocimiento, y aquellos de nosotros que lo hagamos en la forma en que Dios demanda que creamos en Cristo Jesús también sabremos que tenemos vida eterna.

Conságrate al servicio de Cristo. Debemos consagrarnos a Cristo de tal manera que hagamos lo bueno y acepto delante del Dios. Por medio de esta conexión debemos examinarnos en tres áreas: motivaciones, poder y obediencia.

¿Cuáles son tus motivaciones? ¿Estamos buscando nuestra propia ambición, nuestro propio placer o nuestra propia auto satisfacción? ¿Estamos sinceramente motivado por ese anhelo que, todo es para la gloria de Dios? Dios va a examinar nuestras intenciones un día.

En segundo lugar, ¿estamos sirviendo a Dios en Sus propios términos o en los nuestros? ¿Somos obedientes de los claros mandatos de la Escritura o estamos tratando de modelarlos a algún tipo de religión nueva para algo que nos acomode mejor a lo que requiere la Biblia? Vamos a ser examinado en el tema de la obediencia.

Tercero, ¿estamos sirviendo a Dios con nuestra fuerza o con Su poder? ¿Hemos permitido que el Espíritu Santo venga y tome control total de nosotros para que nos motive y nos habilite? ¿Estamos sirviendo a Dios en una forma tal que sea agradable delante de Él?

Deja que Dios te desprenda de las cosas de este tiempo. Este cuarto paso es más complejo aunque a pesar de todo, muy importante. Te lo mostraré con uno de mis pasajes favoritos, Isaías 40:6-8:

Una voz dice: “Proclama.” “¿Y qué voy a proclamar?”, respondo yo. “Que todo mortal es como la hierba, y toda su gloria como la flor del campo. La hierba se seca y la flor se marchita, porque el aliento del SEÑOR sopla sobre ellas. Sin duda, el pueblo es hierba. La hierba se seca y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre." (NVI)

¡Cuán verdadero es esto! Estamos rodeados de cosas que son hermosas y por gente que amamos. Existen tantas cosas para amar y apreciar, y aún todo lo que vemos es como la hierba, incluidos nosotros mismos.
Brota y florece por la mañana y se marchita al anochecer.

Dios nos da la belleza del mundo temporal y luego Él hace que se marchite. ¿Por qué? Para que conozcamos lo que es la belleza.

Dios quiere que conozcamos la belleza que Él es capaz de producir, pero, no quiere que estemos permanentemente en este mundo. Por ello nos despierta los sentidos a Su belleza, nuestra apreciación a la hermosura de todo lo que es bueno y luego provoca que se marchite la belleza temporal de este mundo. El hace esto para que fijemos nuestros corazones en la hermosura de lo que está más allá de este mundo y en el siguiente.

Pablo dice en 1 de Corintios 15:19 “Si la esperanza que tenemos en Cristo fuera sólo para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los mortales.” ¿Su fe en Cristo se extiende a la eternidad? Si no es así, su religión es una fantasía que da lástima. Si nuestra esperanza en Cristo es genuina, ésta no se acaba con esta vida. Brilla más y más hasta llegar a la eternidad.

 

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